El Dilema de las Marionetas
aunque haya malogrado
todo aquello que fue hecho
para acabar en victoria.
Me creo el Dios
de mis absolutas pequeñeces,
sabiendo que aún
no he resuelto uno solo
de todos los misterios,
que cómo plagas,
caen sobre mi frágil reino.
Tanto y más suelo pensar,
en no pensar tanto y rehacer,
desde un costado virgen,
mi gastada relación
con pasadas vicisitudes
qué, cómo tablas en cruz,
mueven los hilos
de mis toscas ilusiones…
Me creo el mayor de todos mis miedos.
Y también lo dudo.
Así me asusta el interrogante
y acongojado confirmo,
que muchos granos de arena
escapan inexorables
de entre mis manos muy cerradas.
Estoy seguro que el origen
y que todo fin
confluyen y son retoños constantes.
Ni vos ni yo,
nada somos.
A cada segundo nacemos
y al próximo morimos.
Pretensiones tenemos,
de Dioses, inventores,
perdedores o asesinos,
pero nunca dejamos de ser:
Todo y nada.
Agua en el mar,
aire entre altos árboles.
Nunca únicos, siempre repetidos.
Nos queda atrapar momentos
y devorarlos para
nutrir nuestro más necesario órgano,
la esperanza que mueve y conmueve:
Alma de todo nervio vital.
Me erijo en destructor
y estos versos serán deshechos.
Algo más mañana dirán.