lunes, 25 de mayo de 2009

El Juicio de la Muela


Sátira


Porqué no birlarle unos minutos a la razón y revelar algún negativo olvidado en algún olvidado rincón del pasado. Ese toque, recuerdo, de ironía y fino humor que satisfacía mis entrañas; que me llenaba y a la vez me vaciaba de forma tan peculiar y liberadora.
Porqué no permitirme dicho recreo en este momento en que un amigo me inquiere sobre las desavenencias, fatídicas por cierto, de cierto desarreglo dental y moral que lo ha estado agobiando por días.
Resulta ser que Ovidio, por así llamarlo ya que su nombre no tiene importancia, en un instante de ígnea locura, decidió hacer desaparecer su, hasta ahora, incólume muela del juicio inferior derecha.
Sabido es por todos que nuestro hemisferio derecho es aquél que rige los destinos de nuestra capacidad creadora, de nuestra alegría visceral y estúpida, de nuestras emociones y nuestros sentimientos y cómo no de nuestra tan indispensable intuición. Sin embargo Ovidio, asfixiados los pensamientos por un dolor lacerante y perverso, igual decidió dar muerte a esa pieza dental maldita y hoy sufre, ya no un dolor físico insoportable, sino una angustia moral-existencial que le ha impedido ser quién hasta el momento de la mutilación era, un estupendo y versátil escritor de historietas.
Mi querido amigo a perdido el humor, las ganas y desgraciadamente su bien más preciado: la inspiración para escribir…
Me ha pedido consejo. No sabe a qué atribuir su infortunio y por ende no sabe cómo resolverlo. Es aquí dónde el caldo se pone espeso: Yo no he hecho más que divagar sobre el tema pero me veo obligado, dado su deterioro mental, a decirle la verdad. Verdad que quizás no lo salve pero sí lo hará reflexionar y si es tan avispado cómo sé que lo es, sabrá encontrar el modo de recomenzar…

Cuando una muela se va deja un espacio vacío...Que no lo puede llenar... ni otra muela, ni una corona, ni un tornillo.
Porque esa muela era cuerpo de tu cuerpo y en eso radica el juicio que debe afrontar uno al determinar extirparla.
Un juicio a la razón.
Dolía si, y mucho, molestaba y se ensañaba en doblegar el espíritu y la fuerza. Sin embargo ahora que no está, la extrañas. Y tu lengua, húmedo investigador, no cesa de dirigirse a ese bastión perdido, al lugar del crimen...
Por eso hombre, se debe meditar largamente, si señor, muy largamente, sobre las cosas que vamos a dejar ir, o peor aún, que vamos a quitar de su lugar; pues no en vano ciertas cosas nacen con un valor innato que ha de hacerse ver en el momento oportuno...
El dolor se fue, pero..., ¿Será el juicio de la muela un escarnio a nuestra levedad?
¿Nos demostrará la muela, con su juicio, que fue injustamente desalojada?, o mucho peor, ¿Será la muela, un espectro en el camino, deseando su juicio final?...
Amigo mío, detengámonos un momento a meditar sobre esto. Todo tiene relación con todo y porqué deberíamos de subestimar el poder de un trozo de calcio incrustado en nuestra propia carne y qué, más aún, ha nacido con nosotros y si no me equivoco, hubiese deseado morir con nosotros.
¿Qué nos lleva a matarnos de a pedazos?
Soportar. Deberíamos aprender a soportar el sufrimiento para así poder seguir sin lamentaciones ni malos pasos.
No todo está perdido, no Ovidio. Te has fagocitado una parte de tu futuro pero si tienes suerte nuevas partes aparecerán y te ayudarán a continuar. No pierdas las esperanzas. He aquí algunos consejos desde mi propia experiencia y claro, desde el aprecio que te tengo, sobre cómo soportar los días por venir:
El secreto está en no lavarse la cabeza por semanas, más precisamente, hacerlo cada 16 días.
Siempre de noche, con el ventanuco del baño abierto al rocío nocturno y con shampoo de cactus del desierto de Gobi.
Beber cantidades industriales de vino en la cena. Nunca eructar, y luego, una vez que las migas del pan no estorben, tomar a la persona que esté a tu lado (en su defecto al perro por el pellejo o al gato por los bigotes) y comenzar a filosofar teniendo extremo cuidado en que no se note demasiado tu masiva lejanía de la realidad.
Desde la médula espinal hasta el hipotálamo, la higiene del análisis y el discernimiento, son estrictas reglas a seguir si se quiere seguir, por supuesto.
Haz cómo yo y piensa, analiza y vuelve pensar. Así sabrás curarte y curarás a otros, tal cómo lo hago yo contigo.
Nada me debes, a tus órdenes estoy…

Cabe aclarar, no sin cierto dolor y tristeza de mi parte, que mi amigo Ovidio no ha sabido recepcionar mi sabia misiva y me ha quitado su amistad y su palabra. En fin, no se puede cambiar al mundo, por mucho esfuerzo que uno ponga…


Hernán Mierez ®