domingo, 23 de noviembre de 2008

El Enigma del Fuego


Ensayo




He descubierto, no sin cierto asombro e incredulidad, la existencia de muchos Yo dentro de Mí. Y esto es algo que ha contribuido a la bienaventurada aparición de El, el verdadero, aquél quién quiero y debo ser.
Hay veces que el dolor, de tanto doler, de tanto persistir, de su endiablada y perversa relación con el miedo y los fantasmas, se pudre. No se muere ni desaparece, se transforma, se deshace su principio de sufrimiento y muta hacia la forma de un interrogante espinoso; dudas que desafían nuestra lógica y jaquean la fuerza del corazón.
Entonces comienza la búsqueda de una respuesta, una salida, a través de un intrincado laberinto.
Un laberinto imposible pero ineludible, por el que es necesario transitar: El enigma del fuego. Caprichoso y fantástico fuego que enciende y destruye sin orden ni concierto. No hay un plan ni un camino a seguir por su lengua voraz, sólo progresa y toma, devora.
Y aún en este escenario apocalíptico hay belleza, quizás la más pura y exacerbada belleza: Las ruinas de éste holocausto son el limpio y fértil campo de un renacer, el lugar dónde sembrar la nueva semilla de poder. Mi poder, plagado de la esperanza de que todo lo venidero será fruto de mi propia fuerza renovada.
En aquella oscura maraña de caminos truncados es dónde, para mi asombro y alegría, he descubierto a mis muchos Yo. En los primeros rincones polvorientos de mi historia los he encontrado y he podido reconocerlos. En muchos casos los he desafiado y he perdido, en otros los he escupido a la cara y se han rendido a mis pies, en todos, he encontrado la razón para seguir hacia mi propio Minotauro.
Su persistes en la misión. Si aún perdido y agobiado, sigues, y si valeroso y orgulloso por un triunfo, sabes volver al camino de la humildad, los verás a todos y cada uno de los yo que fuiste y que quisiste ser.
Así podrás reunir de ellos lo mejor, lo más positivo; y al final lo tendrás a El, a vos, a todos tus yo y a tu mejor.
No creo… no creas, que existe sólo un gran fuego en la vida; tampoco que sólo se debe sortear un laberinto. Hay muchas alegrías esperando ser dolores y muchos dolores queriendo transformarse. Lo importante es que este intempestivo transcurrir nos encuentre sabios y acostumbrados a la lucha.


Hernán Mierez ®