martes, 7 de agosto de 2007

Expresión


Me gusta pensar que la palabra expresión significa, más allá del diccionario de la Real Academia, "presión afuera". Cómo si expresarse fuese la manera de abrir la tapa de nuestro caldero ardiente; el modo de sacar lo que bulle en nuestro interior. Y así, de esta forma, vaciarnos y refrescarnos la cabeza.

Tiene y lo digo por experiencia, las propiedad de curarnos. Nada peor que aquellas heridas que sangran hacia adentro y que no son físicas sino psíquicas. Ensayar palabras, unirlas y darles sentido en una hoja de papel o en forma de voz alzada, es ejercicio rejuvenecedor para el alma.

A través de los años me ha dado satisfacción para mi espíritu y cierta calma para mis músculos atacados.

Es curioso cómo el cuerpo se somete de forma absoluta a la mente. Cómo dice que sí a todos los designios de nuestras ideas y pensamientos. Por eso, cuándo sentimos esa presión interior, ese embrollo de razones que se nos agitan por dentro, es necesario "expresarlas" y darles salida. ¡Afuera! que contar es limpiar y por acción circular, aquello que exteriorizamos, puede volver a entrar purificado y libre de los gérmenes personales.

El que nos lee o nos escucha puede actuar de sanador y proveernos de salud aplicable a nuestros pensamientos.

El hecho de existir en medio de una comunidad, de una sociedad, el hecho de estar entre congéneres nos obliga, de manera abierta y libre, a interrelacionarnos y comunicarnos cómo método de escape de nosotros mismos y como forma de crecimiento personal en todos los ámbitos.

Es cierto que hay personas tóxicas, que no todo aquél hacia quién vamos nos va a nutrir, pero aquí cabe destacar el acierto propio en la elección de estas personas. Si tienes alguien a quién consideras amigo tienes un tesoro y él te tiene a vos. Recíproca actitud de ayuda y comprensión.

Y no sólo de individuos habla este ensayo, también me refiero a aquellas cosas inanimadas o no, que no son humanas. Un perro, un jardín, un cuadro, una hoja en blanco pueden ser el horizonte hacia dónde dirigir nuestras velas; el bello cielo azul, el atardecer que pedimos en silencio o a los gritos para que nos encienda la mirada.

Alguna vez alguien me dijo que contar es volver a gozar. El silencio suele ser bueno para meditar, para descansar, para elaborar nutrientes en la mente; pero insertos entre pares, es mejor escapar hacia el otro, motivarlos con nuestras emociones, hacerlos partícipes de nuestras dudas y temores, invitarlos a subir a los vagones de ese tren que nos recorre las venas y ruge en lo profundo.


Miren, lean, sientan lo que se mueve dentro de mi ser, son belleza para mí alma sus ojos posados en estas letras, en este devenir de inquietudes, certidumbres y dudas enlazados con la sincera fuerza de mi expresión liberada.

Aquí no hay lugar para pretensiones ni gloria. No puedo ni quiero buscar un resultado, puede que sea por temor, porqué no, pero me alienta pensar que es porque no quiero mentirme ni mentirles. No soportaría, ni yo ni mis ilusiones, inventarme un maquillaje para gustar, pintar de traidores colores mis blancos más bellos.

La alianza debe ser una cadena de fuertes eslabones, cómo el amor que uno sienta posible prodigar, y debe partir de la unión del yo y la personalidad, para elevar a la luz ese gusanito que nos habita y que es nuestro núcleo perfecto.

Que la información dada por la primera célula que nos conforma sea la que brote cómo una flor intensa en sus formas y pura en su concepción.


Hernán Mierez ®

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con el tiempo me doy cuenta que lo que realmente importa es lo que cuentas, lo que escuchas, lo que aprendes, lo que ven los demás en ti y que tu no has sabido ver.
Me encanta leerte.

Un saludo
Silvia

Unknown dijo...

Y a mí me encanta tu atención hacia mis textos.

Cariños.

Hernán.