viernes, 5 de octubre de 2007

LLueven horas sobre nuestro destino


Quizás fue la incandescente brasa
de ese arrebatado cigarrillo,
o el viento frío lamiendo mi piel,
que trajo a mi boca la inspiración.
La visión del nudo que me estrangulaba las tripas.
Esa idea de que toda mi lucha
era un tardío crepúsculo de espera.
Te esperaba a vos.
Rogando en mi silenciosa respiración
que volvieras a ser la misma.
Esperaba el beso que se te había escurrido
en la horas veloces,
en el tiempo repetido y vacuo.
Esperaba la resurrección de la caricia,
escondida entre las yemas de tus dedos,
temerosa de tu ansiedad.

Todo el enigma era la espera
y cómo misterioso devenir,
de circunstancias no queridas,
los dos nos encomendábamos al otro.
Pedíamos con la mirada lenta y oscura,
vernos volver de la infinita caverna
en que nos habíamos refugiado
de tanta tempestad ululante,
plagada de promesas de futuro,
pero negada de presente y libertad.
La esperanza era la del paciente soldado,
qué, hundido los pies en el cieno,
imaginaba la lucha por venir,
mintiéndose desde su mente agitada
sobre la gloria prometida
tras la hemorragia que se llevaría,
los latidos de un corazón ya ceniciento…

Ciegos, sintiendo en el pecho la amenaza
de la respuesta negada,
nos heríamos, cómo torpes criminales,
en las verdades que nos mantenían de pie,
intentando, necios repentinos,
vencer en una batalla que no existía.
Queríamos vernos caer
para escuchar el ruego y resurgir.
¡Soy tu salvador! ¿Es que no lo ves?
Arrastrado el amor hacia en un rincón abandonado,
humillada la palabra,
matábamos de sed nuestra piel,
levantando el venenoso polvo del pasado,
qué, opresivo, se posaba indecente
sobre los pétalos de las flores
que alguna vez nos regalamos…
Y que hoy piden agua fresca,
esa que se bebe furioso nuestro egoísmo,
ésa, de la que apenas sobran gotas…

Este no sé, esta amarga duda,
este laberinto apócrifo que termina dónde comienza,
me tiene inmovilizada la razón.
Me hace, la conciente fragilidad,
volver a revisar aquellos cajones ya hastiados,
abrir ventanas que dan a otras ventanas.
Sombras perfectas se devoran la luz
y mil maldiciones estériles me secan la boca.
Subido al barco del tiempo,
me desentiendo del rumbo y los vientos.
De aquí hacia ningún lugar,
salvo que vengas conmigo…
Al fin y al cabo,
toda mi lucha es esperar,
esperarte a vos, por que sé
que yo ya he llegado
y nada puedo más que soltar suspiros
esperando, esperando,
que hagas de este sitio,
una Realidad.


Hernán Mierez ®

7 comentarios:

Gabriela dijo...

No se muy bien por que senti siempre que la palabra esperar tiene cuerpo en la esperanza y la humildad.

Bellisimas palabras, Her

Beshos desde aqui.

Unknown dijo...

Yo diría que al revés, la palabra esperanza tiene cuerpo en la palabra esperar.
Y claro, la humildad las contiene como así también a muchas palabras y acciones de la vida.

Un beso.

Maria Coca dijo...

Una espera que bien vale su tiempo... Me gustó, como siempre.

Besos desde mi orilla, H.

Anónimo dijo...

muy muy lindo este poema de amor, de lucha, de espera
gracias por compartirlo

Unknown dijo...

Gracias Mano, María... por sus palabras.

Her.

Anónimo dijo...

Tengo la esperanza, en cuerpo y alma, que el desgraciado deje de joder...

un abrazo
gusto en conocerte.

Unknown dijo...

Por lo menos tienes la esperanza, que no es poco.
El gusto es mío.

Her.